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Su libro Kitchen Confidential es una mirada profunda a los ires y venires de los chefs y restaurantes y lo ingrata que puede ser la profesión. Yo mismo he visto como sus historias son perfectamente trasladables a Colombia.
Bourdain es también un foodie aunque se puede dar el lujo de hacerlo a escala planetaria, yo más modestamente trato de hacerlo en Bogotá aunque he hecho mis pinitos internacionales... y de hecho para innaugurar de manera internacional el blog y jugar con la ironía de la vida a continuación hablo de mi visita a Les Halles, el restaurante de Anthony Bourdain.
Comencemos por decir que hay dos sedes de Les Halles en Manhattan pero el presupuesto solo alcanzó para ir a una, a la cual invité a mi hermanita a cenar: la de Downtown.
El ambiente era el típico de restaurante francés pues se supone que es una brasserie: un restaurante algo más formal que el bistró pero no tan refinado como uno clásico. La reservación la hice desde Bogotá por si las moscas pero me di cuenta que aún sin reservación habríamos conseguido mesa (a propósito No Reservations es el nombre del programa de Bourdain).
Una vez sentados pedimos un par de martinis (hey estamos en la capital del martini, asi que comencemos con un Cosmopolitan).
La carta no es tan extensa pero aún así hay demasiadas opciones; nos fuimos por la deliciosa terrine maison para compartir (que es como un paté que combina cerdo, ternera y conejo) para probar el toque francés del lugar.
Seguidamente mi hermana pidió carne: el plato famoso en Les Halles es la sencilla carne con papas fritas, sobretodo las papas que son consideradas unas de las mejores del mundo y las hacen con aceite de maní. Yo pedí el steak a la pimienta que simplemente es una variación del pedido por mi hermana. Debo decir que no sé si sea porque me creo el cuento o porque tenía hambre pero de verdad esas papas saben a gloria y la carne estaba muy jugosa y bien hecha.
Para bañar los platos fuertes pedimos sendas copas de vino rosado, que hace rato se viene valorizando cuando hace apenas 10 años era despreciado y le quedaron muy bien. Adicionalmente viene ensalada la cual no resultó tan excitante como el resto de platos pero estaba bien.
De postre optamos por un clásico francés, crêpe suzette, el cual desde niño añoraba ver preparado a la manera que lo hace el mayordomo Coleman en Trading Places (De Mendigo A Millonario). Y justo así nos lo prepararon, tal vez fue la nota más interesante de la noche porque realmente todo el mundo disfruta ver ese pequeño show culinario.
Hay que agregar que el sabor y la textura me parecieron fuera de este mundo...realmente era como me lo imaginaba, exquisito a más no poder y por eso me alegro de haber pedido champagne para acompañarlo.
Nota curiosa: la champagne de Les Halles es Tattinger. Compré una botella unos años antes en un viajecito por California y que aparece en este post: procastinando el placer.
Para rematar, como siempre, la búsqueda del espresso perfecto y el de Les Halles está muy bien preparado.
En conclusión, es una experiencia que vale la pena si pasan por NY. Y si han leído o visto el programa de don Bourdain la visita tendrá mucho más sentido; su restaurante sale deliciosamente bien librado.
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