miércoles, 20 de enero de 2010

El irresistible olor de un durazno

Como me quedé sin cámara para seguir con el blog, he tenido que recurrir a la profesional, pero esa no la saco con tanta gana por el centro, asi que mientras me llega una nueva, me dedico a revisar fotos y me encuentro con esta:


Si, un sencillo durazno y viene a mi memoria una serie de recuerdos asociados a esta fruta. Primero porque es mi favorita, su solo color me parece bonito y la piel del durazno es, para qué negarlo, tan diferente de todas las demás. Con razón existe esa licencia poética sobre la piel de durazno para referirse a la piel de una mujer, no que sean tan iguales pero inspiran cierto cariño.
Segundo porque para mi, el olor de un durazno es irresistible, no sé que es lo que tanto me atrae pero me gusta oler y oler un buen tiempo mientras lo tengo en la mano, antes de darle siquiera un mordisco y aunque mis amigas me critiquen, el acto de oler la comida me parece muy gratificante... tal vez ellas creen que huelo para identificar si la comida está fresca o no, pero en realidad lo hago porque es un acto que llena los sentidos y crea fuertes vínculos en la memoria.
Por eso les doy un consejo: si están en medio de un evento de esos que hay que recordar por la felicidad que causa, traten de asociarlo a algún olor que tengan disponible en ese momento... un perfume, un dulce en especial, incluso el olor de alguna fruta y les aseguro que muchos años después, ante un olor muy similar llegaran esas sensaciones inesperadamente.
Finalmente debo decir que el durazno me gusta por su sabor, no es tan ácido ni dulce y sobretodo me parece refrescante y su textura al hincar los dientes no es ni agresiva ni suelta, es consistente y jugosa e inmediatamente invita a morder de nuevo... y como ya me antojé hasta aquí dejo y me voy por uno a la cocina.

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